Juan el Bautista nació con un solo propósito: “preparará un pueblo bien dispuesto para recibir al Señor” (Lucas 1:17). El fue elegido para el servicio antes de ser concebido y fue “lleno del Espíritu Santo, aún desde el vientre de su madre” (Lucas 15:5). Juan era tan obediente a su llamado que Jesús dijo, “entre los nacidos de mujeres, no hay mayor profeta que Juan el Bautista” (Lucas 7:28). Pero Juan también sabía su posición dentro del Reino de Dios – el había venido a servir.
Juan 1:26-27
“Juan les respondió diciendo: Yo bautizo con agua; mas en medio de vosotros está uno a quien vosotros no conocéis. Este es el que viene después de mí, el que es antes de mí, del cual yo no soy digno de desatar la correa del calzado.”
A Juan se le dió una asignación y recibió el poder del Espíritu Santo para completar sus tareas; el era un servidor preparando el camino para el Rey. Juan fue el hombre más grande nacido de mujer; y aún así, en su humildad, el se sentía indigno aún de desamarrar las sandalias de Cristo.
La verdadera humildad no se define simplemente por una baja auto-estima; es la condición natural de nuestro espíritu cuando comenzamos a entender quienes verdaderamente somos…y Quien es verdaderamente Dios! Juan se sentía indigno porque se le había dado una mirada de la inmensurable grandeza y santidad de su Señor. Mientras estuvo en la presencia de Perfección, solo había una respuesta; “Es necesario que él crezca, pero que yo mengüe” (Juan 3:30).
Cuando sabemos que Jesús está en el trono, “a la diestra de Dios” (1 Pedro 3:22), y que El reinará por toda la eternidad, comenzamos a ver nuestra vida en la perspectiva apropiada. El es infinitamente perfecto y merecedor de infinito amor, adoración y servicio. Vivimos y respiramos únicamente por su gracia; no somos más que “neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece” (Santiago 4:14).
Y aún así, somos neblina con un propósito. Hemos sido apoderados por el Espíritu Santo con las herramientas necesarias para servir victoriosamente. Aún cuando nuestras ofrendas sean siempre imperfectas, y mucho menos de lo que El merece, será placentero y aceptable si le damos TODA nuestra humildad y de lo más profundo de nuestro corazón.
Nuestro Dios es verdaderamente sobre TODO, y El nos ama tanto que nos dio Su Hijo unigénito para que pudieramos estar con El por toda la eternidad. El nos llama a creer en este regalo y después servirle por el resto de nuestros dias. Continuemos amandole con todo nuestro corazón, demosle lo mejor de nosotros, y andemos por el camino que el pone frente a nosotros. Sirvamos obedientemente, decididamente, y victoriosamente…pero también levantemos el Nombre de Jesús más y más alto y sirvamos con humildad.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios