Un día cuando Jesús estaba viajando de Galilea a Jerusalén, diez hombres con lepra se le acercaron y le dijeron; “¡Jesús, Maestro, ten misericordia de nosotros!” (Lucas 17:13). Jesús no sanó su lepra de inmediato, en lugar de eso les dio una simple instrucción; “Id, mostraos a los sacerdotes” (Lucas 17:14).
Un leproso solo se presentaría a un sacerdote si el creía que la lepra se había ido. Los sacerdotes tenían la autoridad para declarar a una persona enferma ceremonialmente limpia y dar su aval para que regresara a casa (Levíticos 14). Por ello los leprosos demostraron gran fe al seguir la instrucción de Jesús; “Y aconteció que mientras iban, fueron limpiados” (Lucas 17:14). Noten que los leprosos tuvieron que tomar acción antes de ser sanados; su acción fue una demostración de su fe.
Aún cuando los diez leprosos fueron limpiados de su terrible enfermedad, solo uno regresó a dar gracias; “y se postró rostro en tierra a sus pies, dándole gracias” (Lucas 17:16). Jesús respondió con una pregunta muy condenadora.
Lucas 17:17
“Respondiendo Jesús, dijo: ¿No son diez los que fueron limpiados? Y los nueve, ¿dónde están?”
Me pregunto si realmente comprendemos el grado al cual hemos sido sanados y limpiados; “aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo” (Efesios 2:5). Estábamos MUERTOS, y El nos dio la vida con Cristo – esa es una sanación en serio!! Nuestro Padre Celestial nos alcanzó en amor y proveyó una manera para la completa restauración cuando ni siquiera teníamos la capacidad para pedir ayuda; “siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:8) – ese es amor en serio!!
Su Mano nos guía hacia la sanidad a través de Su Hijo y Su Mano continua sanándonos de incontables maneras en nuestro caminar diario. Cada vez que las relaciones son restauradas, Su mano ha sanado; cuando conflictos son resueltos, Su mano ha sanado; y cuando El amorosamente nos da la bienvenida después que nos hemos extraviado de Su presencia, Su mano ha sanado.
¿Pero, regresamos a darle gracias? ¿O somos como los otros nueve leprosos que vamos en nuestro camino y olvidamos al Único al que debemos nuestras vidas?
El leproso que regresó se derramó a los pies de Cristo. Si sabemos que tan mortal es nuestra enfermedad sin Cristo y que tan completamente ha sanado nuestra alma, no solo nos derramaríamos a Sus pies, sino que nos mantendríamos y rechazaríamos el dejarlo. Vivamos cada día en la presencia de Dios y continuamente vengamos ante El con nuestros corazones rebosantes de agradecimiento y adoración. Recordemos nuestra divina sanidad y SIEMPRE seamos aquel que regresa a dar gracias.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios