En el mensaje “Dedicar Su Templo” vimos que por medio del perdón de Jesús y la morada del Espíritu Santo, somos ahora Templo de Dios; “¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros?” (1 Corintios 3:16). Y así como con el Templo durante el reinado de Salomón, debemos dedicarnos a nosotros mismos en adoración y ser llenos con Su gloria (2 Crónicas 5:13-14).
La gloria del Señor apareció primero a la gente de Israel después de que ellos fueron conducidos fuera de Egipto; “miraron hacia el desierto, y he aquí la gloria de Jehová apareció en la nube” (Éxodo 16:10). Después cuando Moisés fue llamado a subir al Monte Sinaí a recibir la ley, la gloria del Señor descendió en la montaña; “Y la apariencia de la gloria de Jehová era como un fuego abrasador en la cumbre del monte, a los ojos de los hijos de Israel” (Éxodo 24:17).
Cuando Moisés bajó de la montaña, “su rostro resplandecía, después que hubo hablado con Dios” (Éxodo 34:29). La presencia de Dios no solo hizo que el rostro de Moisés resplandeciera de gozo, emitía una gloria que atemorizaba; “Y Aarón y todos los hijos de Israel miraron a Moisés, y he aquí la piel de su rostro era resplandeciente; y tuvieron miedo de acercarse a él” (Éxodo 34:30). Después que Moisés le habló a la gente, el “puso un velo sobre su rostro” (Éxodo 34:30) para aminorar el temor y cubrir el hecho que “no fijaran la vista en el fin de aquello que había de ser abolido” (2 Corintios 3:13).
Estos ejemplos de la Gloria de Dios nos dan una sensación de sobrecogimiento. La gloria de Dios refleja Su carácter – Su majestad, santidad, y maravilloso poder. Como creyentes en Jesucristo, somos ahora templo de Dios y “nos hizo ministros competentes de un nuevo pacto” (2 Corintios 3:6). No somos más como Moisés quien tuvo que cubrir su rostro con un velo. Jesús ha removido el velo y ahora podemos firmemente reflejar Su gloria en un mundo perdido y agonizante.
2 Corintios 3:18
“Por tanto, nosotros todos, mirando a cara descubierta como en un espejo la gloria del Señor, somos transformados de gloria en gloria en la misma imagen, como por el Espíritu del Señor.”
Cuando aceptamos a Jesús como nuestro Señor y Salvador, reflejamos la gloria del Señor desde adentro mientras somos transformados a la imagen de Cristo. Esta transformación produce una gloria que tiene la intención de crecer por el resto de nuestros días. Nunca alcanzaremos la completa semejanza de Cristo hasta que lo veamos en el Cielo; pero, con cada paso a lo largo del camino de Dios, nos volvemos más y más como Su Hijo. Y mientras el radiante-bloqueo de “si mismo” es lentamente quitado, somos más capaces de reflejar Su gloria.
Debemos continuar en Su camino. Debemos tomar pasos diariamente hacia una vida que refleja la gloria del Señor en la oscuridad que nos rodea. Padre Celestial, oramos para que nos des las fuerzas para rendirnos completamente a Ti y reflejarte al mundo con una gloria que siempre está incrementando – de gloria en gloria.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios