En los últimos mensajes hemos considerado al profeta Elías y como fue usado por Dios para confrontar milagrosamente los 450 profetas de Baal, y cómo después cayó en desesperación cuando fue amenazado por la Reina Jezabel; “Basta ya, oh Jehová, quítame la vida” (1 Reyes 19:4). Vimos como Dios le mostró Su compasión, mandó a Elías a un viaje en el desierto por cuarenta días, y como le reveló Su presencia en un apacible susurro (1 Reyes 19:12). Pero después de todo esto, Dios tenía una pregunta muy seria para Elías.
1 Reyes 19:13
“Entonces oyó una voz que le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?”
Obviamente, la pregunta no estaba refiriéndose a su localidad física; Dios le había llamado al lugar exacto donde estaba parado. Aunque Dios ya sabía la respuesta, Dios estaba preguntando a Elías que le había llevado a esta condición de derrota Espiritual. A Elías le fue dado la oportunidad de hablar con Dios, presenciar Su poder, y actualmente pararse ante Su presencia; y aún, estaba lleno de duda y se sintió terriblemente solo; “Yo soy el único que ha quedado con vida” (1 Reyes 19:14).
Una vez más, Dios pudo haber sermoneado a Elías acerca de su falta de fe. Pero, en Su misericordia, Dios le dio a Elías el consuelo que necesitaba para continuar; “Sin embargo, yo preservaré a siete mil israelitas que no se han arrodillado ante Baal” (1 Reyes 19:18). Dios motivó a Elías diciendole que habían muchos mas que estaban luchando en esta misma batalla. También le dio a Elías un compañero quien andaría con el por el resto de Su ministerio; “unge también a Eliseo…para que te suceda como profeta” (1 Reyes 19:16).
Jesucristo murió como sacrificio por nuestros pecados para que pudiéramos ser restaurados en una relación amorosa con nuestro Padre Celestial. Esta relación nos salva de una muerte eterna en la fosa de llamas del infierno; pero también nos permite ser salvos de la desesperación, temor, soledad, y falta de propósito que nos rodea en el mundo ahora.
Somos eternamente salvos por la gracia de Dios a través de la fe en Jesucristo. Pero en la manera que caminamos, tenemos que confiar en Dios para salvarnos de los efectos de un mundo caído y de nuestra propia debilidad y naturaleza pecaminosa. Nunca debemos tener miedo o vergüenza de decir a Dios exactamente como nos sentimos: “me siento débil y solo, Señor. Te necesito! …a veces me pregunto si me oyes llorar, porfavor abraceme.” Nada que podamos decir sería una sorpresa para Dios o puede ser motivo para que nos deje solos.
Nuestro Padre Celestial nos ha llamado a examinar nuestro corazón, confesar nuestra condición, y confiar en El para la solución – ¡nos ha llamado a ser salvos! Nuestra fuerza en el Señor frecuentemente depende de nuestra capacidad de reconocer y admitir nuestras debilidades. Luchemos para vivir cada día en Su presencia; pero también preparémonos para responder honestamente y sin temor cuando Dios nos pregunte: “¿Que haces aquí?”
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios