En el mensaje “Un Corazón Puro” dijimos que Dios ha bendecido a cada uno de nosotros con dones, talentos y habilidades; y que debemos ser buenos administradores, fielmente regresando nuestras bendiciones a Dios con un corazón puro. ¿Pero que es lo que determina un corazón puro?
Cuando Jesús vio a la viuda con sus dos moneditas, dijo que ella había dado “de su pobreza” (Marcos 12:44). Requería una gran humildad para ofrecer esas dos monedas; una verdadera falta de auto-importancia. Ella sabía que sus monedas no tenían valor real, pero con una gran devoción a Dios y un deseo fuerte de servirle en obediencia dió lo que tenía. ¡La viuda dió su ofrenda con un corazón puro!
Somos llamados a dar de esta manera – una manera de “dar” motivada por amor y “valorada” por obediencia. Nuestras ofrendas a Dios podrían parecer grandes o chicas en nuestros ojos y en los ojos del mundo; pero cuando se dan con amor y en respuesta a la guianza de El, cada regalo se recibe como una dulce y fragante ofrenda.
De la manera que devolvemos al Señor, ministrando en las necesidades de otros, frecuentemente encontramos que los “resultados” actuales están muy por debajo de las expectativas. Para evitar ser desmotivados, tenemos que recordar siempre que nuestra “ofrenda” verdadera se encuentra en nuestra obediencia y amor. Nuestra ofrenda nunca debe ser medida por la apariencia exterior de los resultados.
Esta verdad es aún más crítica cuando los resultados de los ministerios comienzan a sobrepasar nuestras expectativas. El gran peligro de tener “éxito” en cualquier ministerio es la tendencia de cambiar el enfoque a lo que NOSOTROS hemos logrado y dado con NUESTRAS habilidades. ¡Nuestra ofrenda NUNCA debe ser juzgada por la apariencia exterior de los resultados!
1 Corintios 4:7
“¿Quién te distingue de los demás? ¿Qué tienes que no hayas recibido? Y si lo recibiste, ¿por qué presumes como si no te lo hubieran dado?”
Dios merece la gloria por TODOS los resultados. El nos dió nuestra habilidad igual como la oportunidad de ministrar y dar. Caemos en pecado egoísta en el momento que olvidamos de El quien nos ha provisto todo; “Hacen mal en jactarse. ¿No se dan cuenta de que un poco de levadura hace fermentar toda la masa?” (1 Corintios 5:6). Debemos siempre mantener un sentido de pobreza mientras devolvemos y ministramos al Señor. No tenemos nada de valor real para dar a Dios; y aún, debemos continuar dando todo nuestro ser y amandole con todo nuestro corazón.
Demosle gloria y honor al Alfarero quien continúa formándonos y moldeándonos para ser una vasija de gran belleza. Protejámonos contra cada intento de poner valor, grande o pequeño, en lo que ofrecemos a nuestro Padre Celestial. Y, con un espíritu de humildad, continuemos dando con abundancia de nuestra pobreza.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios