Durante los días de Moisés, Dios estableció leyes especificas para los sacrificios. Dios pidió sacrificios de animales para enseñar a la gente la seriedad del pecado y para preparar el camino de Jesús. Dios enseñó que cuando un sacrificio era ofrecido, debía ser puro y sin mancha: “Si su ofrenda fuere holocausto vacuno, macho sin defecto lo ofrecerá; de su voluntad lo ofrecerá a la puerta del tabernáculo de reunión delante de Jehová” (Levítico 1:3).
Aproximadamente 900 años después que la ley de sacrificio había sido dada a Moisés, Dios usó al profeta Malaquías para llamar a la gente de nuevo a un verdadero corazón de adoración. Desde el tiempo de Moisés, la gente de Israel pasó por muchos altos y bajos en su adoración y estaban viviendo en otro espiral descendente. Los sacerdotes se habían vuelto bien casuales con los sacrificios – perdieron todo sentido de reverencia y cesaron de ofrecer a Dios lo mejor.
Malaquías 1:7-8
“En que ofrecéis sobre mi altar pan inmundo. Y dijisteis: ¿En qué te hemos deshonrado? En que pensáis que la mesa de Jehová es despreciable. Y cuando ofrecéis el animal ciego para el sacrificio, ¿no es malo? Asimismo cuando ofrecéis el cojo o el enfermo, ¿no es malo?”
Con el sacrificio de Jesús, la necesidad de sacrificios de animales terminó; “entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención” (Hebreos 9:12). A través de la fe en Jesús, nuestros pecados son completamente perdonados; “porque con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados” (Hebreos 10:14). La fe en el sacrificio de Jesús se ha vuelto nuestro sacrificio final para el perdón de los pecados – hemos sido perfeccionados por su sangre.
Cada uno de nosotros que ha experimentado la misericordia y la gracia de Dios estamos ahora con urgencia de “presentar vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios” (Romanos 12:1a). Ofrecemos este sacrificio no para ganar, ni aún para mantener nuestra Salvación; ofrecemos este sacrificio porque “es vuestro culto racional” (Romanos 12:1b). Un verdadero entendimiento de la gracia de Dios al concedernos la vida eterna debe de impulsarnos a una vida de agradecimiento y santa adoración.
Pero cuando dejamos Su presencia por los placeres de este mundo, creamos manchas en nuestro corazón; y cuando practicamos o damos aprobación al pecado, nos volvemos Espiritualmente inválidos y enfermos. Debemos presentarnos a Dios y permitirle usarnos para Su gloria. Pero El merece lo mejor! Debemos ofrecernos con un corazón puro, sin egoísmo ambicioso u orgullo, y libre de compromisos mundanos.
Dios nos ha dado todo lo que tenemos, nos ha hecho lo que somos, y nos esta guiando hacia lo que vamos a llegar a ser. Adoremosle y sirvamosle con lo mejor que tengamos que ofrecer; presentemosle nuestras vidas a El como un sacrificio sin mancha.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios
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