Después de la muerte de Josué, la nación de Israel fue gobernada por jueces por mas de 300 años. Durante este tiempo, la gente se volvió a Dios cuando la vida se tornó difícil, pero “Hicieron, pues, los hijos de Israel lo malo ante los ojos de Jehová” (Jueces 3:7) cuando los tiempos difíciles pasaron. Finalmente, ellos clamaban por un rey: “y nosotros seremos también como todas las naciones, y nuestro rey nos gobernará” (1 Samuel 8:20). Dios les dió exactamente lo que querían – El les dió a Saúl: “joven y hermoso. Entre los hijos de Israel no había otro más hermoso que él” (1 Samuel 9:2).
Saúl se veía impresionante y era querido por la gente pero falló en obedecer los mandatos de Dios. Después de varios años, Dios rechazó a Saúl como rey y envió a Samuel a ungir a un nuevo rey de entre los hijos de Isaí. Cuando Samuel llegó a la casa de Isaí, vio a Eliab y pensó que seguramente el sería el próximo rey (Eliab era probablemente alto y fuerte como Saúl).
1 Samuel 16:7
“Y Jehová respondió a Samuel: No mires a su parecer, ni a lo grande de su estatura, porque yo lo desecho; porque Jehová no mira lo que mira el hombre; pues el hombre mira lo que está delante de sus ojos, pero Jehová mira el corazón.”
Samuel asumió que el próximo rey tendría el mismo aspecto impresionante de Saúl. Pero el rey sería elegido de acuerdo a los criterios de Dios, no por los criterios del hombre. Dios eligió a David, no por su apariencia y posición, sino por su corazón.
¿Con que frecuencia caemos en la trampa de evaluar a otros basados en la apariencia externa? Nos acercamos hacia la multitud “normal” y equivocadamente asumimos que, de alguna manera, las buenas apariencias y posición social producen sabiduría. Pero Dios nos llama a considerar el corazón de los demás y a considerar con seriedad la condición de nuestro corazón!
Mucho de nuestra vida está centrado en ser externamente impresionante. Deseamos tener la apariencia “correcta,” credenciales, y posesiones. Creemos que nuestra condición externa nos hará más aceptables, pero Dios ve más allá de lo externo y directamente penetra en lo que somos interiormente. Nuestro enfoque siempre debe estar en como somos vistos en los ojos de Dios, no en los ojos de los hombres.
Hay pocas cosas que tienen valor eterno. Y nada fuera de la voluntad de Dios puede sobrevivir las llamas del juicio. Las prioridades de nuestra vida son el tesoro que moldea nuestro corazón; “Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón” (Mateo 6:21). Y nuestro corazón NUNCA está oculto de los ojos de Dios!
Guardemos con firmeza nuestro tesoro en las Manos de Dios. Comencemos a considerar las riquezas guardadas en nuestros Hermanos y Hermanas, y consideremos nuestra verdadera apariencia mientras nos mantenemos frente a nuestro Padre santo. Todo lo externo un día se desvanecerá y estaremos sin nada delante de Dios que estará viendo a nuestro corazón.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios
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