Viviendo Una Vida Santa

En el mensaje “Cree y Serás Restaurado” consideramos nuestra necesidad de creer que lo que Dios dice es verdad. El dijo que la muerte y resurrección de Jesús fue el sacrificio final por nuestros pecados, y que aquellos que creen recibirán el regalo de la vida eterna.

Claramente nuestra Salvación es un regalo de Dios; “Porque por gracia sois salvos por medio de la fe” (Efesios 2:8). No hemos hecho nada para merecer nuestra Salvación y no hay nada que debamos hacer para conservarla, simplemente debemos creer; “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” (Romanos 8:1).

Aún cuando nuestros pecados son perdonados y Jesús es 100% suficiente para la Salvación – aún cuando caminamos en gracia y somos completamente libres de condenación – el pecado en nuestra vida sigue siendo causa de separaciones temporales y tensiones en nuestra relación con Dios. Por esta razón en las escrituras una y otra vez somos llamados a una vida de santidad: “como hijos obedientes, no os conforméis a los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino, como aquel que os llamó es santo, sed también vosotros santos en toda vuestra manera de vivir” (1 Pedro 1:14-15). La santidad debe ser la más alta prioridad en nuestra vida; “Seguid la paz con todos, y la santidad” (Hebreos 12:14).

¿Porque entonces tanto énfasis en una vida de santidad? Después de todo si somos salvos por gracia, nuestros esfuerzos hacia la santidad no juegan ningún rol en nuestra Salvación. La respuesta se encuentra al examinar nuestro propósito para vivir más allá de nuestra Salvación: “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1).

2 Pedro 1:5-7
“Vosotros también, poniendo toda diligencia por esto mismo, añadid a vuestra fe virtud; a la virtud, conocimiento; al conocimiento, dominio propio; al dominio propio, paciencia; a la paciencia, piedad; a la piedad, afecto fraternal; y al afecto fraternal, amor.”

Después que somos salvos, vivimos para adorar y glorificar a Dios; pero esto solo puede ser hecho creciendo en nuestra fe y presentándonos como sacrificio vivo. Para que cada sacrificio sea agradable a Dios, este debe ser puro, y quien presenta el sacrificio debe ser santo. De manera que cuando pongamos “toda diligencia” hacia una vida de santidad, no lo hacemos para ganar o mantener nuestra Salvación: nos esforzamos por la santidad porque deseamos verdaderamente adorar a nuestro Padre Celestial con cada latido de nuestra vida.

Nunca debemos perder de vista el maravilloso regalo de Dios dado únicamente por Su gracia. Pero ahora el plan de nuestro Padre Celestial es que seamos hechos conforme a la semejanza de Su Hijo y vivamos en continuo estado de adoración. Su diseño para nuestra vida es que maduremos en nuestra fe y adoración a El viviendo una vida santa.

Tenga un Dia Centrado en Cristo!

Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios

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