Uno de los temas increíblemente consistentes a través de toda la Palabra de Dios es su deseo de compañerismo con Sus hijos. Cuando Dios creó a Adán y lo puso en el Jardín del Edén, Adán pudo disfrutar de la presencia de Dios. Dios le trajo a Adán todos los animales para que les pusiera nombre (Génesis 2:19) y realmente caminaba con Adán durante el día. Sin embargo este compañerismo fue roto y el hombre fue expulsado de la presencia de Dios cuando Adán pecó comiendo de la fruta prohibida.
Muchos años más tarde, Dios forma la nación de Israel para ser gente completamente devota a El. Cuando Dios lleva a los Israelitas fuera de la esclavitud Egipcia, El le dijo a Moisés que construyera un lugar santo donde Su presencia residiría. Dios llamó a este el Lugar Santísimo e instruyó a Moisés para que separa este lugar del resto del tabernáculo por una cortina.
Levítico 16:2
“Le dijo el Señor a Moisés: Dile a tu hermano Aarón que no entre a cualquier hora en la parte del santuario que está detrás de la cortina, es decir, delante del propiciatorio que está sobre el arca, no sea que muera cuando yo aparezca en la nube por encima del propiciatorio.”
La presencia de Dios residía en el Lugar Santísimo, atrás de la cortina, y solo podía entrar allí el Alto Sacerdote una vez al año en el Día del (la Expiación) Perdón. El Alto Sacerdote debía entrar al lugar Santísimo con la sangre de un becerro como sacrificio por los pecados de la gente (Levíticos 16:15).
Dios nos amó mucho, y deseó tanto un duradero e íntimo compañerismo, que dió a Su Hijo para ser el sacrificio final por nuestros pecados: “entró una sola vez y para siempre en el Lugar Santísimo. No lo hizo con sangre de machos cabríos y becerros, sino con su propia sangre, logrando así un rescate eterno” (Hebreos 9:12).
Cuando Jesús murió en la cruz “la cortina del santuario del templo se rasgó en dos, de arriba abajo” (Mateo 27:51). Su sacrificio nos proveyó de un camino para entrar en la presencia de Dios en cualquier momento; “mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad para entrar en el Lugar Santísimo” (Hebreos 10:19).
Dios estó llamándonos a buscarlo y acercarnos a Su presencia por medio de la fe en el sacrificio de Su Hijo. El Creador del Universo está tocando a la puerta; “Si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré, y cenaré con él, y él conmigo” (Apocalipsis 3:20). Nuestro Padre Celestial está llamándonos a una eternidad de compañerismo. Abramos la puerta y entremos en Su presencia ahora – entremos al Lugar Santísimo.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios