Mientras continuamos nuestra búsqueda por la dirección de Dios – esperando pacientemente y buscando activamente Su presencia – debemos regocijarnos con cada paso que El nos revela. Mientras nos acercamos a Jesús, desearemos más y más, solo tomar aquellos pasos que están alineados con Su voluntad. Por lo tanto, CUALQUIER dirección de Dios – no importa por que rumbo nos lleve, no importa que método utilice para guiarnos – deberá ser una razón de gozo.
Durante su dramática conversión de camino a Damasco, Pablo recibió dirección específica de Jesús; “Levántate y entra en la ciudad, y se te dirá lo que debes hacer” (Hechos 9:6). Unos años más tarde, el Espíritu de Dios específicamente dirigió a Pablo para comenzar su primer viaje misionero; “Apartadme a Bernabé y a Saulo para la obra a que los he llamado” (Hechos 13:2).
A la mitad del camino del segundo viaje de Pablo, Dios dirigió a Pablo a través de la paz y la seguridad: “No temas, sino habla, y no calles; porque yo estoy contigo” (Hechos 18:9-10). Y al final del tercer viaje Pablo nuevamente recibió dirección específica; “Ahora, he aquí, ligado yo en espíritu, voy a Jerusalén” (Hechos 20:22).
Dios frecuentemente nos conduce por puertas abiertas, iluminando caminos para que los sigamos. Pero hay también muchas ocasiones en las que Dios nos dirige simplemente diciendonos hacia donde NO ir.
Hechos 16:6-7
“Y atravesando Frigia y la provincia de Galacia, les fue prohibido por el Espíritu Santo hablar la palabra en Asia; y cuando llegaron a Misia, intentaron ir a Bitinia, pero el Espíritu no se lo permitió.”
Pablo estaba aún caminando con Dios – aún siendo dirigido por Su Espíritu – pero ahora la dirección de Dios tenía forma de puertas cerradas. Pablo nunca pareció desanimarse cuando Dios cerraba una puerta; el simplemente se permitió a si mismo ser redirigido hacia cualquier lugar en que Dios abría la puerta.
Mucho de nuestro crecimiento Cristiano es un proceso de renunciar al control y confiar en Dios para que completamente dirija nuestra vida. Únicamente El está en control de las puertas; “el que abre y ninguno cierra, y cierra y ninguno abre” (Apocalipsis 3:7). Es una mezcla de orgullo y terquedad la que ocasiona que continuamente sigamos forzando puertas que Dios ha cerrado.
Nuestro Padre Celestial está continuamente guiándonos y llamándonos a confiar más en El. El abre puertas que requieren que demos un paso de fe, y cierra puertas que requieren que esperemos pacientemente. Su mano guiadora es siempre una razón para regocijarnos – aún cuando seamos amorosamente guiados por puertas cerradas.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios