En el mensaje “Confiar Pacientemente En Su Tiempo” consideramos a Abram y Sara mientras ellos esperaban por la promesa de Dios a través del nacimiento de Isaac. Esperar por la dirección y bendición de Dios puede ser una gran prueba para nuestra fe, pero esperar que Dios nos rescate puede ser un reto aún mayor.
Hay tres grandes tormentas detalladas en el Nuevo Testamento. La primera ocurrió cuando Jesús estaba cruzando el mar de Galilea con Sus discípulos. Jesús estaba dormido cuando la tormenta comenzó, y los discípulos se atemorizaron y lo despertaron: “Señor, sálvanos, que perecemos” (Mateo 8:25). Jesús reprendió a los discípulos por su temor y procedió a calmar la tormenta; “Por que teméis?, hombres de poca fe” (Mateo 8:26).
La segunda tormenta ocurrió inmediatamente después del milagro de alimentar a cinco mil personas. Esta vez, Jesús envió a los discípulos a cruzar el mar solos; y cuando se levantó la tormenta, Jesús les encontró – caminando sobre el agua. Mientras que Jesús calmó la tormenta, habló el mismo mensaje en contra del temor; “¡Cálmense! Soy yo. No tengan miedo” (Mateo 14:27).
La última tormenta ocurrió unos treinta años después que Jesús fue crucificado. Pablo había proclamado el evangelio a través de gran parte del imperio Romano y fue transportado en bote para presentarse en la corte en Roma. Se levantó una tormenta que sacó el bote de su curso. El barco fue removido y maltratado por varios días: “ya habíamos perdido toda esperanza de salvarnos” (Hechos 27:20).
Debe haber sido difícil confiar en el tiempo de Dios mientras la tormenta aumentaba a través de las muchas y largas noches sin dormir. Pero mientras la esperanza se desvanecía, Dios envió un ángel a Pablo con un mensaje familiar.
Hechos 27:23-24
“Esta noche ha estado conmigo el ángel de Dios de quien soy y a quien sirvo, diciendo: Pablo, no temas.”
Habrán muchos momentos en que nuestra habilidad para confiar es probada severamente. Pero nuestra fe en Dios – en Su habilidad para mantenernos seguros – debe ser independiente de la fuerza del viento. Aún cuando los vientos puedan soplar, nos mantenemos en Sus manos y no debemos temer; “He aquí nuestro Dios a quien servimos puede librarnos del horno de fuego ardiendo; y de tu mano, oh rey, nos librará. Y si no, sepas, oh rey, que no serviremos a tus dioses” (Daniel 3:17-18).
La mayoría de las tormentas duran mas tiempo del que quisiéramos, pero nuestro Padre Celestial está guiándonos a un lugar en que podemos tener paz, contentamiento, y aún gozo, así, el sol este brillando o la tormenta bramando. El nos llama a estar libres de temor; llamándonos a confiar en El más y experimentar Su calma en la tormenta.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios