Pablo estaba regresando a Jerusalén al final de su tercer y último viaje misionero. Para este tiempo en su ministerio, Pablo había sido Cristiano por casi veinte años. Veinte años desde que Jesús llamó a Pablo, “instrumento escogido me es éste, para llevar mi nombre en presencia de los gentiles, y de reyes, y de los hijos de Israel” (Hechos 9:15). Veinte años de servicio fiel, y ahora…”el Espíritu Santo por todas las ciudades me da testimonio, diciendo que me esperan prisiones y tribulaciones” (Hechos 20:23).
Pablo estaba regresando a casa, pero su vida no iba a ser fácil. El supo que había muchas pruebas adelante, pero su vida tenía un propósito mucho más alla de su entorno inmediato.
Hechos 20:24
“Pero de ninguna cosa hago caso, ni estimo preciosa mi vida para mí mismo, con tal que acabe mi carrera con gozo, y el ministerio que recibí del Señor Jesús, para dar testimonio del evangelio de la gracia de Dios.”
Pasó muchos años más antes que Pablo escribió; “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado” (Filipenses 4:12); así, cuando enfrentaba alguna dificultad, Pablo mostraba que ya había aprendido el secreto. Las circunstancias particulares en la vida de Pablo tenían una importancia menor. El sabía que su contentamiento no estaba basado en los eventos que estaban sucediendo, sino en traer gloria y honor a Dios. Su vida tenía un maravilloso propósito aún frente a grandes adversidades y severas condiciones.
Todos fuimos creados para el mismo propósito de Pablo – fuimos creados para traer honor y gloria a Dios! Nuestro propósito específico puede variar con el tiempo, pero todos tenemos el mismo propósito inmutable – todo lo que hacemos, decimos y pensamos debe de darle gloria y honor a nuestro Padre Celestial!
La carrera de Dios se corre en lo más profundo de nuestro corazón – no en el torbellino de la actividad. Correr bien no está definido como hacer más; en cambio, corremos una “exitosa” carrera cuando hacemos cada pequeña tarea que se nos da con la completa y absoluta devoción de nuestro corazón.
Su carrera es larga y a menudo difícil. Hay muchas distracciones que buscan que bajemos la velocidad y aún sacarnos del camino, y por momentos aún nos preguntamos porque estamos corriendo. Pero ser un participante en la carrera eterna de Dios es infinitamente más gratificante que permanecer a los lados solo viendo! El nos ha llamado a correr – y a correr bien!!
Debemos correr el camino que Dios a puesto frente a nosotros con toda la fuerza que El provee – y con la segura y apacible protección de Su gracia. Corramos con la motivación de darle gloria y honor a El con TODO nuestro corazón, alma, mente, y fuerza. Continuemos corriendo bien, y con un ardiente deseo de terminar la carrera.
Tenga un Dia Centrado en Cristo!
Steve Troxel
Ministerios La Palabra Diaria de Dios